LA PERDICIÓN MÁS PUTA.

Es que uno sabe que al querer a una mujer se forma una encrucijada en medio del pecho,
uno no vuelve a caminar igual,
siente recorrer adrenalina por todo el cuerpo.


Es que uno sabe que la mirada de una mujer es un hábitat mortal en el que se puede revivir cientos de veces, pero también morir miles,

es que la vida al lado de una mujer es caminar sobre las nubes sin caer ni perder el equilibrio siquiera.

Es que uno sabe, 

uno es tan jodidamente tonto y aún así cae. 
Y no está mal, 
no lo estaría por que jamás conoceríamos el verdadero arte.

Los labios de una mujer son abismos llenos de flores, 

calles deshabitadas por el tiempo,
raíces y árboles.

Es tan bárbaro que uno termina arrodillándose y poniéndose de pie pocas veces.

Besar a una mujer es un acto de libertad, el más entero, el más puro; 
es un grito que se ahoga en el silencio,
uno de esos pocos que terminan en susurro.

Aquel capaz de besar a una mujer, 

de llevar en su lengua la esencia bella de tanta femineidad carece de cobardía, 
lleva guardado entre sus manos, entre su voz y su cuerpo la valentía de quien no le teme a la lluvia,
de quien camina con los pies descalzos y muestra al mundo el dedo corazón,
sin importar nada,
entendiéndolo todo.

Es que uno sabe, 

pero una mujer es el enlazamiento entre la poesía y la vida,
no hay, 
no existe, 
no está.
Todo es piel, cabello y senos. 
El sexo y el orgasmo más bello, 
uno no se resiste, sin embargo, al resistirse uno muere. 
Es que uno sabe, 
una mujer es la perdición más puta. 



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