UNA TARDE DE JULIO

Tenemos que sangrar, 
mirar lejos cerrando los ojos, 
borrar la letra nefasta que nos hace perder. Mirar lejos, viendo piezas incompletas,
dibujar más piezas, reconstruyéndolas para ver el paisaje completo. 

Encontrar un zapato y caminar con el otro, 
olvidar los números y los segundos sin dejar que sea esto una tortura.

Dibujar con el lápiz rojo sin dejar de lado el azul, 
escuchar la música a través de la ventana, 
mirarnos las cicatrices para lamernos la piel,
el sudor salado que surge de repente en nuestra frente después de tanto follar, gemir,
rezar el padrenuestro esperando que un orgasmo no sea el fin, añorando un fin.

La muerte que nos acaricia la espalda y nos besa los pies. 

¡Bendita muerte!
¡Maldito veneno!
¡Maldita agua!

Besar con la boca llena de saliva y sangre,
arrojándonos al precipicio desnudos y con el cabello suelto,
saltar para volvernos polvo o prendernos fuego. 

Un aviso que santifique la muerte, ya sea para quemarnos o ahogarnos. 


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